Hablar de Sergio Enrique Ceppi Di Lecco Mayol de Lupé (1911-1994), de padre suizo-italiano y de madre francesa, es evocar aquellos años, de mediados y fines de los años ochenta, en los cuales el Instituto Profesional de Santiago (IPS), bajo la figura de un rector delegado, intentaba consolidarse como una institución de educación superior relevante en un contexto de varias universidades nacientes. Don Sergio, como nos referíamos a él en aquel tiempo, más que un profesor de la disciplina de la administración, era un hombre que había extraído de su cuantiosa experiencia de vida las lecciones más preciadas para entregárselas a sus colegas más jóvenes, de la misma forma que a sus estudiantes, centradas siempre en que la existencia sólo tiene sentido cuando se está al servicio de los demás y de la búsqueda del bien común. Los antecedentes que iremos presentando a continuación son pruebas de ello. Pero, antes de hablar de sus muchas dotes como persona o ser humano, hagamos un recorrido por su vida profesional, variada y fructífera.
Sergio Enrique Ceppi Di Lecco Mayol de Lupé (1911-1994). Fuente: archivo familiar.
Don Sergio se inició como empresario agrícola para luego ingresar, en 1946, a la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), primero al Servicio de Equipos Agrícolas Mecanizados y luego al Departamento de Finanzas y al Departamento de Desarrollo Regional. Durante el Gobierno de Jorge Alessandri Rodríguez, ocupó el cargo de jefe de gabinete del Ministerio de Economía. También se desempeñó en el Instituto de Organización y Administración de Empresas (Insora) de la Universidad de Chile. En todas estas funciones colaboró en la creación y gestión del proceso de industrialización y desarrollo del país. Sin perjuicio de sus actividades profesionales, don Sergio fue elegido regidor de la Ilustre Municipalidad de La Cisterna y, luego, designado alcalde de dicha corporación. Desde ese cargo organizó la Confederación Nacional de Municipalidades, organismo que presidió durante más de un decenio (1951-1962). En 1970 viajó a Washington D. C., ingresando como funcionario de la Organización de Estados Americanos (OEA). Posteriormente, en 1979, se trasladó a Caracas (Venezuela) para ocupar el cargo de asesor del director del Centro Interamericano para el Planeamiento de la Educación (Cinteaplan). En 1981 decidió regresar a Chile para dedicarse a la docencia. En su mandato docente se desempeñó como profesor de la cátedra de Administración en la Facultad de Economía de la Universidad de Santiago (Usach) hasta 1987, realizando lo mismo en el Instituto Profesional de Santiago hasta fines de 1993, año en que este último pasó a denominarse Universidad Tecnológica Metropolitana, su continuadora legal, proyecto por el cual don Sergio se la jugó en todos los frentes, mediante sus múltiples contactos, apoyando inteligentemente a Luis Pinto Faverio, rector de la época y a quien siempre aconsejó con miras a resguardar el mejor porvenir o destino de la institución que hoy nos enorgullece. Se debe agregar que ayudó a crear la (primera) Asociación de Académicos en el IPS y que la presidió cuando se lo necesitó. Tanta fue su contribución, que este rector en ejercicio solicitó especialmente ser portador de la urna durante su sepelio, al cual concurrieron masivamente sus familiares, amigos y colegas, además de un número indeterminado de estudiantes. Eso sí, don Sergio alcanzó a ver el fruto de la que tal vez fue su última obra maestra.
Para una Facultad de Administración y Economía (FAE), como la nuestra, resulta del todo interesante conocer cómo nace la denominación profesional de ingeniero comercial. La historia no oficial señala que unos jóvenes entusiastas, egresados de la enseñanza comercial, uno de ellos don Sergio, solicitaron apoyo del entonces exministro Pedro Aguirre Cerda para crear una Escuela de Economía en la Universidad de Chile. Poco tiempo después, las publicaciones de los anales de esa universidad dan cuenta de que, con el impulso de Aguirre Cerda, el 18 de octubre de 1934 un grupo de académicos de la Universidad de Chile apoyó este emblemático proyecto, el cual fue ratificado por el Consejo Universitario y luego por el Ministerio de Educación (1935), que dio origen a la Facultad de Comercio y Economía Industrial, siendo la primera institución universitaria chilena de carácter laica dedicada al estudio de la economía. Los esfuerzos de don Sergio, a quien se fueron sumando otros jóvenes pioneros, se vieron reflejados en el Decreto Universitario de 1939, fecha en que el Consejo Universitario otorgó el título de ingeniero comercial a sus primeros egresados, entre los que también se cuenta don Sergio, quien más tarde obtuvo también el grado de magíster en administración. Entre otras iniciativas acometidas por nuestro personaje, está el haber sido miembro fundador del Colegio de Ingenieros de Chile y presidente de la Asociación de Ingenieros Comerciales de la Universidad de Chile.
No está demás alabar otras facetas de don Sergio, entre las que está la de escritor de cuentos, publicados por editorial Nascimento, muy bien recibidos por el periodismo crítico de la época y los libros publicados póstumamente en Amazon.com. También su labor de investigador que, junto con otros colaboradores, dio vida al libro Chile, 100 años de industria (1883-1983), patrocinado por la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), texto insoslayable hasta hoy sobre la historia de la industria chilena y su desarrollo. No podemos dejar de destacar además su libro académico y de referencia Administración: Creación y Dirección de Empresas, escrito en nuestras aulas bajo el sello de Ediciones Instituto Profesional de Santiago.
Otra faceta fue su cariño y gestiones para el avance de la comuna de La Cisterna, reconocido por su población, de la cual ya señalamos fue regidor y alcalde en dos oportunidades, que le ha valido el justo homenaje hasta el día de hoy mediante una calle que lleva su nombre, de la misma manera que el de un edificio en dicha calle y el de la plaza aledaña a este último. Es más, junto a esta plaza funciona en la actualidad el Club Deportivo Sergio Ceppi, llamado así en honor a don Sergio, socio honorario de la institución, quién cedió en su momento (a mediados del siglo pasado) el terreno en donde se construyó la cancha y sede del Club. En la actualidad es considerado uno de los clubes más importantes en la formación de basquetbolistas a nivel nacional.
Luego de este recorrido por su fructífera y multifacética trayectoria, nos cabe el honor de destacar sus cualidades humanas desde la perspectiva de quienes fuimos colegas y estudiantes en aquellos años. Lo primero por relevar era su cercanía y amabilidad con todos, sin distinciones, otorgándoles el tiempo que requirieran al plantearle un problema, una duda o solicitarle un consejo, distinguiéndose por su carácter sereno y desprovisto de estridencia. Así le fue fácil ganarse el respeto y el cariño de toda la comunidad del Instituto Profesional de Santiago. Lo segundo, que también llamaba la atención de quienes lo rodeábamos, era que nada parecía descomponerlo, porque pronto daba con las posibles soluciones. Más de una vez se le escuchó decir algo propio de los abogados, en el sentido de que “más vale un mal arreglo que un buen pleito”. Lo que explicaba indicando que en un buen juicio la parte que pierde se transforma automáticamente en enemigo acérrimo de la otra; en cambio, un mal arreglo no conforma plenamente a ninguna de las partes, pero permite seguir conversando y logrando acuerdos en el futuro. Su combinación de experiencia, inteligencia y prudencia lo empujaba a perseguir los objetivos de manera gradual, avanzando paso a paso y sin imponerse a su contraparte haciendo alarde de sus cualidades. Don Sergio mostraba modestamente el camino para que fuese uno quien optara o no por seguirlo. En suma, un hombre ajeno a la confrontación y exponente ejemplar de la denominada política de los acuerdos. Por último, debe destacarse su grandeza, expresada en su natural espíritu de servicio, de ser útil para los fines de la comunidad a la que sirvió, su vocación democrática y su aspiración de una sociedad chilena más equitativa, haciendo hincapié que para muchos afortunados es posible dar más para lograr un mejor país.
Si algo retrata por entero lo expresado al final del párrafo anterior y cuyas palabras están hoy plenamente vigentes, es el último punto (17) del último capítulo (III) de su libro Administración: Creación y Dirección de Empresas (Ediciones Instituto Profesional de Santiago, 1993), escrito hace más de treinta años, que a continuación transcribimos del original:
Portada del libro Administración: Creación y Dirección de Empresas (Santiago de Chile: Ediciones Instituto Profesional de Santiago, 1993).
LA ÉTICA EMPRESARIAL
Es difícil postular la existencia de una ética aplicada a las actividades económicas, porque existe en general la presunción que el respeto por las normas morales no se concilia bien con el éxito y la prosperidad en los negocios. Más aún, se da por cierto que en el comercio triunfa comúnmente el más hábil y el que no trepida en recurrir a procedimientos que están reñidos generalmente con una observancia estricta de la moral.
Esta mala fama y falsa impresión es posiblemente el resultado de la resonancia que se le ha dado a la historia de ciertos aventureros o especuladores que levantaron una fortuna, de la noche a la mañana, a base de audacia, falta de escrúpulos y golpes de azar.
La realidad del diario vivir es muy diferente. Crear y mantener una empresa y surgir en la vida de los negocios no es una aventura, sino un largo proceso de estudio, esfuerzo, perseverancia, austeridad y sentido de la previsión, junto con el respeto de ciertas normas morales y disposiciones de carácter legal.
Pero es necesario reconocer también que el ámbito de las actividades económicas no es un mundo edénico, donde todas las transacciones se desenvuelven sin conflictos, en la más perfecta armonía. Por el contrario, la experiencia nos enseña que suelen existir intereses contrapuestos y conflictos de diversa naturaleza. Sin embargo, estos problemas se resuelven generalmente por el avenimiento de las partes y, cuando ello no puede lograrse, por medio del arbitraje o recurriendo a la decisión de los tribunales de justicia.
Existe una situación enteramente diferente, desde el punto de vista moral y jurídico, cuando alguien falsea las reglas del juego e incurre en actos delictivos. Esto sucede cuando se desconocen obligaciones legalmente contraídas, se adulteran productos, se practica el dumping o se cometen otros actos de semejante naturaleza.
Cualquier actuación de un empresario al margen de la ética comercial o de la ley, aunque pueda aportarle algún beneficio inmediato, en el largo plazo redundará en su descrédito y posterior fracaso. El capital más valioso de todo hombre de empresa es su prestigio comercial, que por ningún motivo puede arriesgarlo, porque aquello que forjó a lo largo de toda una vida de trabajo podría perderlo para siempre en un momento desafortunado de irreflexión.
No obstante, una vida honorable no puede limitarse a una actitud pasiva que se reduce simplemente en evitar el obrar mal. Todos tenemos cierto grado de obligaciones con los demás y mientras mayor es la posición y la función que alguien desempeña, mayores son sus obligaciones y responsabilidades sociales.
Los dirigentes de empresas, de cualquiera naturaleza, sin perjuicio de atender el desarrollo de su organización y de lograr un alto nivel de productividad, deben tener presente su responsabilidad con sus asociados, el personal bajo sus órdenes, los clientes, los proveedores y demás personas o entidades con que se relaciona su negocio.
En la medida que un ejecutivo, a través de una conducta recta y ecuánime, conquista el respeto y aprecio de sus colaboradores y de todos los que mantienen vinculaciones con él, adquirirá un prestigio social muy superior al de aquellos cuya única preocupación es la de incrementar su fortuna.
El comportamiento que observen los directivos de las empresas tendrá un efecto determinante no sólo dentro de sus propias organizaciones, sino también en el ámbito empresarial y el entorno social.
La responsabilidad social del empresario ha adquirido, en la actualidad, una proyección mucho mayor que en el pasado. Se ha hecho evidente su obligación de preservar el medio ambiente de toda clase de contaminación y evitar la explotación de recursos naturales no renovables. En general, de mantener el equilibrio ecológico.
Por otra parte, existe una obligación de toda la comunidad –y muy especialmente de quienes tienen medios para hacerlo– de trabajar en favor de los sectores de la población que viven en condiciones de extrema pobreza. Es un problema de muy difícil solución, pues no se resuelve únicamente promoviendo una mejor distribución del ingreso o adoptando solamente otras medidas de carácter económico. Cualquiera que haya sido la causa, se ha producido un proceso de estagnación y disyunción social y cultural que afecta a gran parte de esos sectores, que requiere un complicado proceso de readaptación. Ello, sin perjuicio de la ayuda inmediata que pueda procurar el Estado u organizaciones privadas, como solución de emergencia.
Luchar contra la miseria es un deber, especialmente de los que disponen los medios, esto es, los ejecutivos tanto del sector público como privado. Es también una forma de combatir focos donde suele generarse la delincuencia. Se trata, en realidad, de esforzarse por crear una sociedad donde exista cierto bienestar general y se pueda vivir con seguridad y mayor armonía.
Estimado lector, ¡pero qué vigencia tienen hoy estas palabras escritas hace más de tres décadas! Juzgue usted.
Hemos querido recordar y rendir homenaje a Sergio Ceppi Mayol de Lupé, maestro de la vida, al cumplirse treinta años de su fallecimiento, quien en su paso por la Tierra fue un pilar fundamental en nuestra institución de educación superior: un hombre prudente, amante del diálogo y siempre dispuesto a construir puentes entre profesores, estudiantes y autoridades. Su legado no se mide únicamente por los conocimientos que transmitió en las aulas, sino por la profunda huella que dejó en los corazones de quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Ceppi Mayol de Lupé, S. (1993). Administración: Creación y Dirección de Empresas. Santiago de Chile: Ediciones Instituto Profesional de Santiago. Se encuentra en la Biblioteca Nacional de Chile, en la Sala Gabriela Mistral.
- Ceppi Mayol de Lupé, S. et. al. (1983). Chile, 100 años de industria (1883-1983). Santiago de Chile: Padmos, Sociedad de Fomento Fabril.