Artículo Volumen 13, Nº 2, 2019

Nota técnica 1: «Competencia imperfecta, corrupción y movilización social»

Autor(es)

Roberto Contreras Marín

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Sobre los autores

Adam Smith (1776) realizó dos intervenciones trascendentales a través de su obra La riqueza de las naciones: la primera dice relación con el salario real y el poder que tenían los patronos sobre los obreros, indicando que al ser los patronos menos, pueden asociarse con más facilidad. La regulación de la época autorizaba –o al menos no impedía– dicha asociación, pero sí prohibía la de los trabajadores. Aquí indicaba, además, que no existían leyes que impidieran rebajar el precio del trabajo; y también que los patrones podían resistir por mucho más tiempo, a pesar de que a largo plazo los obreros son tan necesarios para los patronos como viceversa.

La segunda referencia la realizó para criticar a las agrupaciones de empresarios, indicando que es raro que se reúnan personas del mismo negocio, aunque sea para divertirse o distraerse, y que la conversación no termine en una conspiración contra el público o en alguna estratagema para subir los precios.

Ya más cerca de nuestro tiempo, el economista Mises (1927), señaló que los precios de monopolio no pueden mantenerse, salvo en muy escasos sectores, como los metales o algún factor tierra o que se encuentren amparados por intervenciones gubernamentales. Un monopolio industrial que consiguiera beneficios superiores a los obtenidos en otros sectores productivos provocaría la aparición de firmas rivales, cuya competencia rompería la situación monopolística, reconduciendo los precios y beneficios al nivel general. Al mismo tiempo, podría pensarse que la industria en su conjunto procurará restringir la producción con miras a elevar los precios; habría entonces tal cantidad de capital y trabajo desocupado que su bajo precio alentaría la creación de nuevas entidades que desarticularían estos monopolios.

Por su parte Friedman (1979), en su obra La libertad de elegir, asegura que la libertad económica es un requisito esencial de la libertad política, al permitir que las personas cooperen entre sí sin la coacción de un centro decisorio. Así, la libertad económica reduce el área sobre la que se ejerce el poder político. Además, al descentralizar el poder económico, el sistema de mercado compensa cualquier concentración de poder político que pudiera producirse. Pero la combinación de poder político y económico en las mismas manos es una fórmula segura para llegar a la tiranía.

Finalmente encontramos, en la obra de Karl Marx El capital (1867), una visión más cruda sobre las consecuencias de los monopolios, casi un déjà vu al más puro estilo del Guasón (Joker), que cuando su sistema de protección social lo abandona también se rompen sus cadenas con la cordura, exponiendo su cruda realidad. Así, en alusión al monopolio del capital, Marx indica que una vez que el trabajador se ha convertido en proletario y sus condiciones de trabajo se han transformado en capital, cobra una nueva forma ulterior de socialización del trabajo, transformación de la tierra y de los medios de producción, donde son expropiados los propietarios privados. Esta expropiación se lleva a cabo mediante el juego de las leyes del capitalismo y la centralización de los capitales, donde cada capitalista elimina a muchos otros y, a medida que va disminuyendo el número de capitalistas, crece el volumen de la miseria, de opresión, del sojuzgamiento, de la degeneración y explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, cada vez más numerosa, unida y disciplinada por el propio mecanismo de producción capitalista. Así la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llega a un punto en el que se hacen incompatibles, llegando la hora final de la explotación capitalista, los expropiadores son expropiados.

Ahora, en cuanto a nuestro país cabe preguntarnos: ¿en qué fallamos? o ¿qué olvidamos? Hemos olvidado que el sistema de mercado funciona en mercados competitivos, que cuando se unen el poder económico con el poder político se está al borde de la tiranía; que no siempre la teoría económica se cumple, porque el juego del ultimátum nos enseña que cuando se reparten migajas el comportamiento social prefiere perderlo todo, como si existiera un mínimo de dignidad o de justicia al momento de repartir las ganancias, que a nuestro pueblo Mapuche le interesa que le devuelvan las tierras que injustamente le fueron arrebatadas, así como el reconocimientos de todos los pueblos originarios y no compensaciones económicas.

Observamos incrédulos un movimiento social sin precedentes, pero al mismo tiempo sin una orientación política clara, donde los que sobran y se movilizan, unidos bajo los ritmos de los ochenta, que corresponden a una inmensa mayoría de la población cruzada por la lucha de clases, que se ve afectada por un conjunto de situaciones de abuso y maltrato, reflejadas en una alta concentración que se observa en la mayoría de los mercados, unido a la influencia que han tenido los grandes conglomerados en la clase política, personas que se repiten en directorios de empresas y con intereses cruzados en muchos sectores dado a través de intrincados sistemas de propiedad. Así, se construyen redes que han facilitado la colusión y muchas otras conductas que atentan contra la libre competencia. Cuando se restringe la producción se tienen efectos negativos sobre los mercados laborales y los salarios reales, afectando también negativamente el crecimiento del país y su desarrollo. Cuando se produce menos, también hay menos empleo con salarios más bajos y precios más altos, esto beneficia a los productores en desmedro de los consumidores, pero en el largo plazo generan un daño a la competitividad del país, cuando los empresarios se preocupan más por mantener los privilegios internos con mercados poco competitivos –financiando campañas políticas para evitar cambios en la normativa o mayor control de la autoridad, algo que han aprendido seguramente a través de la experiencia, sin leer a Mises – que invertir esos mismos recursos en mejorar la eficiencia y la productividad, así como la innovación para encontrar nuevos productos, nuevas tecnologías, nuevas organizaciones de los sistemas de producción que mejoren el bienestar de todos y no de unos pocos.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Friedman, M. (1979). La libertad de elegir. Barcelona, España: RBA, coleccionables S.A., Impresión y Encuadernación Cayfosa-Quebecor.

Marx, K. (2014). El capital: crítica de la economía política. Tomo I (cuarta edición). México: Fondo de Cultura Económica.

Mises, L. (1996). Sobre liberalismo y capitalismo. Tomo I. Barcelona, España: Unión Editorial S. A.

Smith, A. (2004). La riqueza de las naciones. Madrid, España: Alianza Editorial.

Werner, G., Schmittberger, R. y Schwarze, B. (1982). An experimental analysis of ultimatum bargaining. Journal of Economic Behavior & Organization, 3(4), 367-388.